Qatar tiene al mundo mirandolo.
Como buenos uruguayos tenemos todo un país unificado atrás de los jugadores (ojalá nos unificáramos así para resolver los grandes problemas económicos y sociales del país), ciertamente que durante toda la participación de "La Celeste ", todos estaremos pendientes de su actuación, y con el corazón puesto en cada partido.
Pero mi comentario hoy va por otro lado. Qatar es un pequeño país musulmán que organiza un mundial sobre el cual hay grandes sombras: las denuncias de corrupción para obtener la sede, y las denuncias del trato inhumano a los inmigrantes que fueron utilizados como mano de obra para construir los estadios. Muchas organizaciones internacionales aseveran que miles fallecieron en esta tarea.
Un siglo atrás, en 1922, este pequeño Estado del Golfo de tres millones de habitantes y menos de 12.000 km² era una tierra prácticamente inhabitada, un humilde asentamiento de pescadores y recolectores de perlas donde la mayoría de habitantes eran nómadas viajeros de los extensos desiertos de la península arábica.
Solo unos pocos mayores de 90 años podrían recordar hoy la terrible penuria económica vivida entre 1930 y 1940, después de que los japoneses inventaran el cultivo de perlas, las produjeran en masa y colapsaran en efecto la economía qatarí.
Sobre esas sombras se presenta por primera vez en la historia un evento de esta magnitud, en el cual el choque de las culturas será evidente. ¿Podrán los occidentales caminar por la calle libremente abrazando a su pareja? ¿Podrán los brasileños bailar samba con un triunfo de su selección? ¿Qué pasará si por el calor las mujeres usan prendas ligeras?
El mundo musulmán está muy lejos de lo que en Occidente llamamos separación Iglesia-Estado, que es realmente la separación de la religión como el factor principal de la organización del Estado. En el mundo musulmán, dependiendo del grado de extremismo, hay estados absolutamente teocráticos, y estados que reconocen una ley civil. Hay estados que lograron la modernidad, como la Turquía de Mustafa Kemal Atatürk, propiciador del Estado laico en ese país (que hoy quiere involucionar con la tiranía de Erdogan), hasta estados de un fundamentalismo anacrónico, como Irán.
En Inglaterra el alcalde de Londres juró sobre el Corán, y el primer ministro es hoy un descendiente indio, aunque nacido en ese país. Un juramento de un primer ministro o cualquier otro funcionario en un país musulmán sobre una biblia sería castigado hasta con la muerte. Los musulmanes tienen libertad de practicar sus creencias y construir mezquitas en Occidente. Un occidental cristiano que predica a Jesucristo en un país musulmán sencillamente arriesga su vida.
El extremismo de Occidente, que abusa de la libertad y que con el libertinaje persigue hoy los valores que lo hicieron la más grande y poderosa civilización de todos los tiempos, contrasta con el oscurantismo de los países islámicos, en los cuales los valores de Occidente son condenados, lo cual ha dado como resultado sociedades que viven en la oscuridad todavía, y en especial, con una inaceptable denigración de la mujer por encima de cualquier convicción religiosa.
Qatar permitirá que miles de occidentales de muchas naciones experimenten el mundo musulmán en forma masiva. Pero también pondrá a prueba la tolerancia de un país musulmán a una verdadera mezcla de culturas, que no se ha dado en ningún país de ellos antes de este evento.
Que este Mundial no nos dé solo fútbol, sino también la conciencia a Occidente de volver a los valores verdaderos de nuestra civilización y no a la cultura de perseguirlos, y que dé la apertura al mundo islámico para adoptar valores humanos y sociales que trascienden el oscurantismo religioso.
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